Tradición familiar
La trufa negra silvestre en España comenzó a ser recolectada en Cataluña por agricultores franceses. Pronto, la población catalana se sumó a esta actividad y fue extendiéndola hacia las zonas de Aragón y el este de las dos Castillas.
A finales de los años 50, los campesinos de nuestro pueblo observaban la actividad de recolección de trufa negra silvestre que efectuaban buscadores de otras regiones. Intrigados por estas «patatas negras» que otros recogían, y que ellos habían encontrado en sus campos sin darles mayor importancia, pronto descubrieron su valor y comenzaron a recolectarlas por sí mismos. Eran principios de los años 60.
Nuestra familia comenzó a recolectar trufas en la década de los 70. Y desde entonces este producto nos ha estado acompañando. Bien es cierto que el modo de trabajar, ha ido evolucionando con el tiempo. El aumento de la producción de trufa silvestre ha dado paso a la truficultura, es decir, a la plantación de encinas y robles micorrizados. Sin embargo, no se ha abandonado la recolección de trufa silvestre y el cuidado de los montes que las producen. En casa empezamos buscando trufas negras silvestres con ayuda de nuestro primer perro «Atila», que resultó ser muy inteligente y fácil de adiestrar. Posteriormente, con la entrada del nuevo siglo, probamos suerte con la primera plantación trufera donde recogimos nuestras primeras trufas, 10 años más tarde.
El tiempo ha pasado y ahora que la tecnología lo permite, tenemos la intención de expandir el uso de la trufa negra y hacerlo mucho más común de lo que hoy en día es. Antaño venían compradores franceses a nuestra casa a por las trufas que después comercializaban. Ahora, tenemos la oportunidad de acercar al truficultor y consumidor convirtiéndonos en una pieza clave y acelerando así el proceso entre recolección y consumo para disfrutar de las trufas negras más frescas.